domingo, 9 de agosto de 2009

El rechazado

Se que me arrepentiré pronto, lo se. La boda es dentro de tres semanas, no debería estar tentada a hacerlo. Se que a ‘el no le gustara, ni a nadie. Podría quedar en ridículo por esto si alguien se enterara, pero ya no puedo mas. Las ganas de esa azúcar, se han vuelto incontrolables, la sed de ese jugo de esa miel no se me quita. Estoy muriendo del deseo. La abstinencia de los últimos seis meses me vuelve loca. Se que me prometí a mi misma no hacerlo, por lo menos hasta la luna de miel, pero es inútil. Su aroma me ha hechizado, lo devorare todo, hasta que no quede rastro. Las piernas me tiemblan, siento un mar en mi boca. Pronto mis labios lo palparan

-Mmmmmh- Es delicioso. Me siento tan culpable, tan sucia, tan descarada… pero su aroma, su delicioso aroma… otra rebanada y borrare el rastro con menta, con mucha menta, hielos y lechuga.

Dios! ¿Porque lo hice? ¿Porque después de tantos meses y rutinas me di por vencida? Ya me imagino, parada en las zapatillas blancas de once centímetros, dos horas antes del gran día, con mi cuerpo desnudo, las medias abrazadas a mis piernas, y el collar de la abuela puesto deslumbrante, con mi vestido blanco con bordado de oro y swarovski. Primero una pierna, luego la otra, el vestido sobre mi pecho, adornando mis suculentos pechos y mi cabello dorado, solo para él. Los botones de la espalda. Uno, dos, trees… treees… treeees! No cierra! Mi vestido de dos mil ochocientos cincuenta dólares, no cierra. Sabía que no debía haber comido ese pinche pastel. Voy a necesitar un listón!.

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Gracias