martes, 8 de septiembre de 2009

Dieciocho horas en un automóvil son imperceptibles cuando se trata de un familiar. El agotamiento y la incomodidad se miniaturizan siempre que existe una meta. Su meta era llegar a Killeen, Texas desde la Ciudad de México en una camioneta.
El recorrido comenzó a las 5 am. Los pasajeros intercambiaban turnos para manejar. El paisaje de la carretera era hermoso. Ella lo disfrutó en los momentos que dejaba de dormitar. Se ponía sus lentes, y observaba los bellos contrastes que ofrecía el camino.
Solo hicieron dos paradas histéricas para cargar gasolina, aprovechadas para correr al baño. La escala más grande hasta entonces fue en el Puente Internacional de Columbia, la frontera entre Laredo y Nuevo Laredo. Como siempre, pasó sin ningún problema y reanudó su recorrido por Estados Unidos.
Llegó a su destino cerca de las 11 de la noche. La familia aguardaba su llegada. Ella se sentía feliz, pero nerviosa al mismo tiempo. En dos días sería la boda de su hermano.
Ella se encontró con su hermana, que decidió invitarla a pasar el fin de semana a su lado y con una prima que Ella, todavía no conocía. Esa noticia alivió su corazón.
Platicó con ellas hasta la madrugada y cuando al fin se decidieron a dormir, Ella no pudo soportar los ronquidos de su hermana. Ella fue la primera en despertar, y darse un baño para aprovechar el desayuno matutino del hotel.
Ese día sirvió para que Ella comprara el atuendo que usaría al día siguiente. El vestido estaba escondido entre mucha ropa, pero Ella, era cazadora de ofertas. Cuando lo vio, supo era el indicado.
La tarde transcurrió como debía transcurrir, y el día de la boda llegó como se esperaba.
El 5 de septiembre, los novios unieron sus vidas, en una ceremonia en la que Ella, no estuvo presente, porque tardó mucho tiempo arreglando su cabello.

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