lunes, 9 de marzo de 2009

Bien

Se untó tabaco en los brazos, rezó un Ave María, luego observo sus manos, y pudo distinguir las venas como carreteritas con glóbulos rojos y blancos. Escuchó lo que le decía el color azul de su camisa, se sintió ligero, pero no pudo caminar. Personas lo observaban, le hablaban en cetáceo, veía en ellas leones, jirafas, tortugas…ese día los conoció bien, desde adentro, como de años. Lo espantaron, quería terminar el viaje, no reconocía su propio reflejo. Se dejo de llamar Julio, ya no tenía ni hijos ni padres.

Estaban él, las personas fieras y el sonido de su respiración que sonaba como tambor. Giró un poco su cuerpo, no reconocía los colores, eran muy diferentes a los que había visto antes; brillaban, florecían, pero eran nuevos.

Sentía sus células reproducirse y el peso de una hormiga en su pierna. Su vista se volvió súper-poderosa, podía desvestir con la mirada, los rayos “x” formaron parte de sus sentidos, miraba pulmones, corazones y riñones.

Poco a poco se fue saliendo de sí, de su cuerpo, era ligero, se desprendía flotaba, podía ver lo que parecía su cadáver como de acero, pero no estaba muerto, veía las veladoras y los platos vacios, y las 4 personas que lo acompañaban.

Dijo que detuvo el tiempo, que los colibríes movían las alas despacio en su presencia, que el reloj corría en dirección contraria, y lo entendió todo.

1 comentario:

  1. me recuerda un viaje con ácido, o alguien al que le picó algo y, ya sabes; en plan hombre-maraña, obtuvo poderes...
    Es una interpretación pobre y tonta, pero es por que yo soy pobre y tonto.

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Gracias