jueves, 12 de febrero de 2009

Una de la escuela

SIN AMOR RECORRÍ EL LUGAR, caminando entre una coreografía de experiencia y años bienvividos, bailando sin bailar. Sombreros y vestidos, lentejuelas y plumas eran protagonistas de la escena. , Ta-ra-ra-ra se escuchaba mientras figuras añorantes, recuerdos, miradas seductoras y acercamientos respetuosos se fundían entre paredes de madera y refrescos de cinco pesos.

La fuente de la juventud está en Tlalpan, lo saben ricos y pobres, y por eso asisten luciendo sus mejores atuendos, compartiendo el ritmo, los pasos, los recuerdos. No hay edades, se olvidan los cuerpos arrugados y solo se distinguen sonrisas joviales y pasión. Es un lugar mágico, un templo, una familia, un terapeuta, un refugio con mesas rentadas que sirven para que las mujeres dejen ahí sus bolsas para dedicarse a bailar.

Danzón, sinónimo de concentración, ejercicio, ritmo y caballerosidad. Espaldas rectas que hacen olvidar la edad, la joroba que se carga con los años. Faldas que vuelan, que seducen. Abanicos coquetos que calman el calor. Joyas doradas; aretes, cadenas, relojes que dicen aquí estoy, mírame, pero no me mires, mejor baila conmigo.

Un cambio casi imperceptible en la música anuncia el intermedio, ta-ra-ra-ra, aplausos, abanicos, el pañuelo que limpia el sudor, cinco, cuatro, tres, dos, uno…a vivir otra vez, a competir por la admiración ante un paso nuevo, a cambiar de pareja, a descubrir los movimientos del otro, de acomodarse de tal o cual manera, de burlarse de los wanna-be pachucos que disfrazan su incapacidad de mantener el paso con atuendos chillantes, plumas en el sombrero y zapatos bicolor.

No es el lugar lo que hace a ese espacio especial. Es la música, ese ritmo cubano, tropical, la nostalgia por la perdida primavera, la memoria que se guarda en aquella canción, la ausencia de alcohol, el chicle de las mujeres que marca el ritmo, la cortesía que nace de un interés en común. Años de vida dejados ahí, efímeros, trascendentes, declaraciones de amor, llantos que intentan ser olvidados, suspiros, coraje, talento, la estela aromática que dejan tantos perfumes de AVON, la transpiración olorosa, los escondites obscuros, las sillas que no se usan, el respeto, el maquillaje que se presta en el baño, los besos apasionados de un par de entes, esas siete horas en que no hay guapos ni pudientes, solamente personas que disfrutan del movimiento, y muy claramente de su rol sexual.

Amor se necesita para entrar ahí, para ser aceptado, para disfrutar. AMOR POR EL BAILE.

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Gracias