jueves, 18 de agosto de 2011

Carta

México, D.F a 16 de agosto del año 2011.

Querido, querido y bendito. Bendito que puedes morir hoy y no mañana. Mañana no verás las noticias que dicen que el mundo va cada vez peor. Tus pulmones no respirarán el aire tóxico que despide esta ciudad. No escucharás más sobre guerra, ni sobre calentamiento global. No verás sufrir a tus hijos extrañas enfermedades causadas por la situación del planeta. Ya no sentirás dolor, ya no sentirás pena, ya no sentirás cansancio. Ya no pelearás para que se escuche tu voz.

Extrañarás la vida, lo sé. Extrañaras el inmenso abrazo de tu madre y su deliciosa comida. Extrañarás a tus hermanos y gritar tus pensamientos. Seguramente extrañaras toda clase de sentimientos, y el contacto con la juventud. Probablemente, en algún momento, volando eternamente en el infinito, me extrañarás a mí.

Viviste bien, lo sabes. Decidiste cada uno de los aspectos de tu vida, y puedes estar seguro de que dejaste una huella en cada uno de los que te conocimos. Carajo, hasta decidiste cuándo morir. Eso se admira. Eso te admiro.

Tu cuerpo ya no es tu cuerpo, ahora es la envoltura de lo que fuiste. Pasarás a ser energía. Tu cuerpo ya no eres tú. Ahora eres libre. Ya no tienes límites ni dolores. Sé que estarás bien.

¿Sabes? Escogiste el día perfecto para morir. Un día gris, con frio y lluvia, como si el mundo estuviera de luto por tu ausencia.

¿Extrañarte? No creo. Pero pensaré frecuentemente en ti, como lo he hecho hasta ahora.

Gracias por estar aunque sea dos minutos en mi vida, gracias por enseñarme hasta el final.

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